martes, 27 de octubre de 2009

Una lenta y silenciosa desaparición...



Cada sábado me levanto con el deseo de salir a la calle a comprar mis periódicos. Es un deseo teórico y cálido, una idea perfeccionada por la imaginación, compuesta de pequeños oasis de curiosidad saciados por novedades editoriales, entrevistas, prometedores viajes y sugerentes invitaciones artísticas.


Espero ese momento, como una niña que ve acercarse la Navidad, y me recreo en el olor a papel entintado, mientras ojeo las noticias, antes de seleccionar mis “bocados” favoritos. A veces descubro un título que me llena de inquietud, o una reflexión que me llega hasta los oídos como un eco de mi propio pensamiento, y me conmuevo.

Pero, cada semana descubro con desaliento la lenta desaparición de los kioscos que, con la misma humilde resignación con la que, ya hace tiempo, se apagaron las luces de las olorosas tiendas de ultramarinos o de las blancas panaderías embaldosadas de conversaciones amistosas, dejan de existir en el más desolador de los silencios; e, igual que un día los últimos compradores románticos tuvieron que cambiar los pequeños anaqueles de las tiendas de barrio por los anchos pasillos de los supermercados, nosotros, los que no queremos renunciar a mancharnos los dedos con la tinta del diario, nos vemos empujados a comprar el periódico en el impersonal bazar de una gasolinera, entre las bebidas refrigeradas y los panes prehorneados. Y me resultan extraños esta resignación y este olvido: el de los que no añoran a ese vecino que durante décadas les vendió la prensa con una sonrisa, y el de los que llegaron al público con su información y sus revistas, gracias a un pequeño ejército de vendedores que madrugaban hasta la extenuación, soportando los duros fríos invernales y los calores estivales.


Yo, por mi parte, mientras no cesen de rugir las rotativas, con sus almas industriales de rodillos perfumados, seguiré patrullando las aceras en busca de un vendedor de prensa que quiera entregarme un pedazo del presente perecedero e impreso, con el que llenar algunas horas de mi pequeña rebeldía.

viernes, 23 de octubre de 2009

"Madrid, Cuaderno de Viaje", en Nueva Tribuna

Casi con sonrojo cuelgo esta crítica sobre "Madrid, Cuaderno de Viaje", que he encontrado publicada en Nueva Tribuna.

Sólo puedo dar las gracias por las palabras que Susana Iván dedica a mi obra. Pensar que alguien sienta de ese modo un texto que yo he escrito me llena de felicidad y colma de belleza la labor, a veces dolorosa, de escribir.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Carpe Diem

"Otoño" Thomas Moran


Despacio, sobre los anchos bosques, la naturaleza ahueca la hojarasca rumorosa del otoño, se viste con sus colores más hermosos y explota de sabores a caza y a castañas. Un estruendo de escopetas rasga el monte, huele a tierra fértil y a setas. Los árboles se hilvanan de pespuntes dorados, el mundo se acurruca y reflexiona antes del invierno, envuelto en un perfume a chimenea recién encendida.

En las ciudades, sin embargo, se impone la prisa: en los paisajes urbanos lloran los castaños y los parques amanecen, de improviso, cubiertos de perfectas hojas troqueladas. Ante las puertas bulliciosas de los colegios, se amontonan los coches impacientes, mientras sus conductores, enfermos de tiempo, ponen la mirada, angustiados, en la cercana Navidad. Nadie se detiene a pasear los bulevares alfombrados, a desgranar la belleza de un rayo de luz que atraviesa las gruesas nubes para regalarnos el tesoro de un instante; nadie entretiene una mirada perdida sobre una fachada hermosa.

A todos los que enferman en otoño e hibernan desesperados hasta que despunta el verano, quisiera invitarles a disfrutar, intensamente, cada uno de los instantes que vienen a buscarnos entre noviembre y mayo. Les invito a una taza caliente de memoria, a un pedazo de pastel de su propia infancia (probablemente más humilde), a una merienda de recuerdos navideños, a un refrigerio de paciencias recibidas. Tal vez, al calor de esa manta, con el tacto dulce de la mano de una madre en la mejilla, con la ventana del recuerdo abierta para ventilar nuestros graves problemas de adulto olvidadizo, encontremos que este otoño, este invierno que en breve se perfila, es mucho más cálido y fructífero que muchas primaveras.

Carpe Diem.

martes, 13 de octubre de 2009

Otro punto de vista del Liber 2009


Durante la semana pasada se celebró en Madrid "Liber 2009" y, en general, tras una visita tranquila, curioseando entre los libros de los diferentes expositores y escuchando las conversaciones de editores y libreros, mi impresión, como escritora, es que se habló mucho de libros pero muy poco de literatura.
Relucieron los anaqueles de novedades facilmente vendibles y se sintió mucha inquietud por la economía y por la llegada del libro electrónico, pero lo cierto es que la cercanía del puente del Pilar, provocó un desenlace rápido de la feria, de manera que el mismo viernes a mediodía, muchas las casetas ya estaban recogidas y vacías.
Sólo me sorprendió gratamente, en ese ambiente algo crepuscular, la exposición de ilustradores rusos que, breve en su extensión, me descubrió una cantera natural de artistas, con registros muy variados, que yo desconocía absolutamente.
Por desgracia, y a pesar de esta grata sorpresa, el resumen final de mis impresiones está más cerca de la imagen de un mercado de abastos que de un mundo lleno de creación y de magia, como debería ser el entorno literario: La poesía "no vende", la buena literatura se considera "densa" y el libro infantil, que hasta hace poco tiempo no era rentable, se ha convertido en "la gran promesa".
Los editores buscan para sus colecciones de narrativa, réplicas de los títulos que ya han sido del gusto de un público multitudinario, cerrando así el camino a otros autores que exploran nuevas formas de expresión. En este contexto, no será extraño que la red, igual que ocurrió con la música, se convierta en un lugar libre en el que poder "publicar" (con los riesgos que ello pueda suponer), sin tener que pasar el filtro de editores, distribuidores, agentes literarios y grupos mediáticos: ¿Es eso lo que queremos para nustra literatura?