viernes, 31 de diciembre de 2010

Feliz 2011

Paloma Ulloa ©

Va a comenzar un nuevo año, un pedazo artificial de vida que llenamos sin motivo de esperanzas, a pesar de que de nuestro propio esfuerzo dependen la mayoría de las cosas que anhelamos.
Se nos olvida, cada dos de enero, que el deseo de mover montañas hace que, al menos, se conviertan en terrenos expugnables y que, el gusto por vivir, nos hace más sabios y nos deja disfrutar de las pequeñas cosas que nos regala el tiempo.
En estas horas de reflexión antes de la caída en el olvido del último minuto del año 2010, me detengo un instante para volver a recordar que si aquello que tanto hemos deseado, cuando finalmente lo poseemos, no nos hace felices, tal vez sea porque hemos corrido tras el sueño de otros; y es que a menudo se nos olvida que lo que nos hace pobres no es la carencia, sino la ambición.

¡Feliz 2011 lleno de esperanza y de sueños propios!


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domingo, 26 de diciembre de 2010

Tiempo remansado

ALL Photography
El tiempo remansado sobre la nieve, amortigua el sonido de las voces que cruzan el viejo parque. Los árboles oxidados del invierno quiebran, con sus enredadas melenas desnudas, el cielo helado y, sobre la densidad dolorida de la tierra, cabalgan los trineos cargados de risas infantiles.

Bajo esta luz, lenta y difusa, babosa de copos ligeros como el alma, las ideas caminan, dejando sobre el reposo de la mente, la huella indeleble de nuevos pensamientos que han tenido el tiempo necesario para nacer, crecer y madurar, antes de pasar de nuevo a la dorada alacena del recuerdo.


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viernes, 24 de diciembre de 2010

Navidad en Berlín


Paloma Ulloa

La luz cae uniformemente desde el cielo lácteo, rebota sobre la gruesa manta de nieve y llena el espacio de irrealidad. Las personas caminan en un forzado equilibrio de astronauta sobre las calles resbaladizas y el silencio se apodera de las aceras, de los bosques encantados, de las voces anchas y profundas de los hombres, de las miradas tristes e indefinidas de los ancianos que se pliegan en una sonrisa escondida en las comisuras azules de sus ojos de agua, iluminados por la esperanza de los más pequeños.

Mañana será Navidad y bajo la luz cálida de los mercadillos de madera, intensamente perfumados a canela y col, bailan las luciérnagas de la fantasía y se llena el aire helado de sonrisas transparentes de gatos invisibles.

En esta paz, la Navidad deja de ser un delirio y retorna la esperanza de la llegada de la primavera, al otro lado del ancho lomo del invierno.

¡Feliz Navidad!


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lunes, 13 de diciembre de 2010

Al alba...

Antonio López

Al alba las palabras martillean el silencio del autobús dormido, pero ella sigue apretando el auricular del teléfono contra su oído, aterrorizada de tener que quedarse a solas consigo misma durante unos minutos. De sus labios se deslizan secretos de cálida intimidad que llegan a un auditorio anónimo y entumecido por el sueño, incapaz de liberarse del fastidioso ritmo sincopado de su conversación.

Miro por encima de mis gafas y me encuentro de frente con su rostro joven y demasiado maquillado, pero ella no me ve porque, mientras habla, se mira insistentemente en el reflejo taciturno de la ventanilla, se recoloca el pelo, se roza la mejilla, reparte el carmin de sus labios apretándolos suavemene hacia dentro, se ríe, se ladea como buscando su mejor perfil y vuelve a retocarse la melena. Y, sin darme cuenta, me sorprendo pensando en el miedo poderoso que se va extendiendo entre la gente, obligándola a ocupar todos los tiempos intermedios de su vida para no sentirse sola.

A mi alrededor, muchos viajeros se aislan detrás de unos auriculares, otros se sumergen en las líneas de un libro o de un periódico y, algunos, muy pocos, contemplan el frío amanecer teñido de rubores y neblinas que despereza la ciudad prenavideña y luminosa.

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miércoles, 1 de diciembre de 2010

Marionetas en manos del “Mercado”(Reflexiones del Minotauro III)

Maurits Cornelis Echer ©

Me pregunto en qué momento los países dejaron de ser territorios soberanos, orgullosos de su identidad y de su espacio, para convertirse en marionetas manejadas por “el Mercado”, esa criatura intangible y caprichosa que ensalza y destruye con la misma indiferencia que un dios del Olimpo.

No logro encontrar el instante exacto en el que nos vendimos a la avaricia luminosa del consumo, dándole la espalda a nuestros sueños, para ofrecernos en sacrificio a esos seres sin nombre que se nutrirán con nuestro esfuerzo. Pero sí puedo imaginar sus rostros de hombres y mujeres bienintencionados, suavemente iluminados por hermosas lámparas crepusculares, mientras se inclinan sobre el tablero de ajedrez en el que van construyendo el Mundo que quieren gobernar.


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miércoles, 24 de noviembre de 2010

Era de justicia: Ana María Matute, Premio Cervantes 2010

Alberto Estévez ©

Era de justicia que a la "maga de las palabras" le dieran el Premio Cervantes y, para los que hemos crecido entre sus líneas, saltando de "Paulina" a "Fiesta al Noroeste", de "El polizón del Ulises" a "Paraíso inhabitado", de "Sólo un pie descalzo" a "Los hijos muertos", es como si también nos hubieran premiado por nuestra fidelidad y gratitud.

Sol de otoño

Walter Langley

Cada día, cuando los rayos del sol calientan las últimas horas de las tardes de otoño, ella abre los visillos y se sienta junto a la ventana, tranquila y en silencio, dejando que el calor penetre en su piel sabia.

Me entretengo en mirarla y su calma me reconforta porque ella es la verdad que palpita, es la firmeza y la dignidad olvidadas, es el recuerdo cálido de todas las madres, de todas las abuelas, de todas las tías que han acunado nuestras infancias y han ido quedando perdidas en el fondo oscuro de nuestra memoria.
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domingo, 21 de noviembre de 2010

De camino a la Meta

Desde mi ventana veo cientos de alfileres luminosos que taladran la débil oscuridad de la ciudad. Pasan cada día, anónimos rufianes de la prisa, roncando vulgaridades de urgencia, vomitando músicas confusas y provocando angustia.

Cuando me aturde el ruido de sus bocinas, intento imaginar los rostros que los habitan, las vidas que tiritan dentro de sus caparazones: Ellos también tendrán sueños, sufrirán dolor, mirarán hacia el cielo en busca de respuestas y necesitarán descansar la cabeza en el hombro firme de un ser querido cuando todo parezca derrumbarse. Y aunque se muestren altivos, ocultando sus miedos bajo la frialdad de un gesto hermético y bien estudiado, temblarán ante lo desconocido y evitarán la inspección de una mirada escrutadora porque se sabrán desnudos.

Desde mi ventana, una larga sucesión de vidas corren hacia su fin creyendo vivir, pero en realidad se precipitan hacia la meta, sin disfrutar de las pequeñas sorpresas del camino, ahorrando sonrisas, ternura y tiempo a cambio de rencores, envidia y frustración con los que construir murallas que los protejan.

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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Contemplando el infinito

Joaquín Sorolla

Ayer me miré en los profundos ojos de mi hijo
y supe que estaba contemplando el infinito.

Escuché el eco ligero de su risa
y me sentí inmortal.

Abracé su pequeño cuerpo perfumado
y tuve el poder de los gigantes.

Acaricié su pelo
y cabalqué mis tormentas.

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miércoles, 3 de noviembre de 2010

Historia de unos pasos


Vincent Van Gogh

Gotea el brillo artificial de los zapatos de plástico, deformados de tantos malos pasos y de tantos tropiezos. Su limpieza digna evidencia la pobreza del caminante que bordea las aceras granadas de calzados deportivos, de tacones caribeños y de voces redondas.

Una mano inquieta rebusca las llaves tintineantes en el fondo del bolsillo desgastado, abre el portal taimado y huidizo, estrecho de espacio y de luces, palpa el fondo metálico del buzón descolgado de la pared y patea suavemente los escalones viejos como el tiempo.

Arriba, en la minúscula buhardilla, los pasos se amortiguan en el interior cálido de las pantuflas de invierno, reposan en el hogar destemplado y estático, perfumado a piel dormida bajo varias mantas, a comida fría y a café recalentado. Pero ahora su ritmo es cadencioso y arrastrado, remueven apenas una finísima capa de polvo que, casi enseguida, será atrapada por la escoba y la fregona, siempre dispuestas a la lucha; y se detienen cansados sobre el terrazo amarillento, junto al pequeño sillón azul.

Si tiene suerte y los vecinos de abajo encienden la calefacción durante algunas horas, el suelo se templará y será como vivir en primavera. El calor del infiernillo que él conecta cada tarde parecerá una hoguera chispeante y podrá reclinar la cabeza en el respaldo, acurrucado en una manta de viaje, para adormecerse soñando como un niño cansado de jugar.

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domingo, 24 de octubre de 2010

Segunda estrella a la derecha

Frederic Edwin Church

Donde la luz se parte en dos para construir un atardecer que se transforma en un instante milagroso, apenas retenido en mi memoria; donde los días y los sueños aún pueden ser reales; donde la voz de los deseos no envejece, ahí habita mi esperanza.

En el lugar en que los hombres somos capaces de cambiar el curso de la inercia; en el rincón inaccesible de nuestra propia fe; en la celda privada en la que nos sentimos capaces de lograr nuestros anhelos, ahí cosecho mis deseos y busco la forma de construir el camino hacia ellos.

Somos grandes como gigantes y pequeños como niños, somos el resultado de nuestras utopías, la concreción de nuestros impulsos pero, en ocasiones, olvidamos el camino que nos llevaba cada noche a la Isla de Nunca Jamás y, entonces, nuestros sueños se hacen viejos de repente y comenzamos a morir.
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domingo, 10 de octubre de 2010

Islas

Imagen tomada de www.metromadrid.es


Como islas, navegamos cada mañana la luz sonámbula del metro, nos escondemos en los rincones del vagón, sin mirarnos, sin tocarnos, aislados por la música que destilan nuestros pequeños auriculares, o adheridos a las líneas impresas de gruesos volúmenes efímeros. Algunos, los que se sienten más huérfanos, mantienen conversaciones telefónicas inverosímiles que entremezclan risas y lamentaciones en una rutina sincopada de silencios y palabras incoherentes. Otros, los menos, hacen un inventario inimaginable de zapatos gastados o parecen querer taladrar la gomosa superficie del suelo con sus penetrantes miradas humilladas.

Como islas, tememos la palabra de los otros, la recibimos con un sobresalto de miedo o de vergüenza, escondidos tras los periódicos gratuitos e impersonales que alfombran la soledad cálida y humana del suburbano.

A veces alguien se levanta y cede un asiento, alguien sonríe, alguien es amable y protector con otro pasajero y los demás le miran, con una mezcla extraña de insensibilidad y sorpresa. A veces, un niño humaniza con su conversación el vacío electrizado entre los asientos y se despiertan ternuras inesperadas bajo los rostros pétreos y deformes del cansancio. Después, se diluye la magia de nuevo, se cierran las compuertas de los rostros y retorna el aislamiento.

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jueves, 7 de octubre de 2010

Mario Vargas Llosa, nuevo Premio Nobel de Literatura


Mario Vargas Llosa ha sido elegido Premio Nóbel de Literatura 2010. Nuestra lengua vuelve a estar de enhorabuena, quizá, porque es el mejor vehículo para hacer volar la imaginación y las palabras sobre la fantasía de los lectores de todo el Mundo.

jueves, 30 de septiembre de 2010

De puntillas

Caillebotte

De puntillas, como un noctámbulo arrepentido, va viniendo el otoño.

Cada mañana llega más perezosa que la anterior, alargando la noche holgazana sobre las sábanas calientes.

Un viento fresco pinta de rumores las hojas maceradas de nostalgias. Los jerséis de lana abrazan el cuerpo destemplado y salen de los armarios los caparazones cóncavos de los paraguas para dar voz a la sinfonía rítmica de la lluvia sobre nuestras cabezas.

Descansa la mente, los ojos se llenan de cansancio, los recuerdos infantiles se asoman al fondo del horizonte, como una promesa.

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domingo, 12 de septiembre de 2010

Él (Reflexiones del Minotauro II)

Van Gogh

Él va narrándome un tiempo que rozaba los primeros filos del siglo XX. Extiende sus anchas manos de hombre endurecido por la vida y desgrana cosas que quedaron pendientes, en el pasado, como gotas de lluvia sobre un cristal. Entonces no había tiempo que perder. La tierra sudaba frutos sabrosos que se podían comer directamente de la mata: los pimientos rojos, gruesos y dulces, los tomates jugosos y aromáticos.

También los establos daban pan. Las bestias que había que alimentar y que olían, fuertes y poderosas, en todo su esplendor mundano. Los huevos que se dejaban a la gallina para empollar eran la riqueza de mañana, los otros calmaban el hambre inmediata con el sabor frondoso de la yema bien untada en el pan ancho y denso de las hogazas horneadas al calor de la leña.

No había tiempo para pensar, las estaciones se sucedían llenas de tareas, la vida continuaba con su exigencia profunda y cíclica, sin detenerse, ni por la guerra ni por las lluvias o las sequías, ni por los nacimientos o las muertes. El dolor daba frutos, el pensamiento se limitaba a las líneas más lejanas del horizonte.

Los olivos lloraban aceitunas, las varas azotaban las ramas y robaban la sangre verde del árbol retorcido y firmemente decidido a la vida, agarrado a la tierra seca, con las raíces engarfiadas y rotundas.

Los aceituneros cantaban, las espaldas doloridas de las mujeres al caer el sol, dejaban en los cuerpos el cansancio saludable del trabajo bien hecho.

Con suerte y con mucho esfuerzo, se podía comprar una bicicleta a plazos, con la que desplazarse de un lugar a otro, sin usar las mulas y sin gastar las alpargatas.

Él sentía una alegría al amanecer de cada jornada que llenaba los músculos de vida con un poco de pan y un cuartillo de vino que alimentase el cuerpo y llenase de fuerzas las manos sabias y sarmentosas. Se trabajaban los campos y los cuerpos se daban al placer con la misma austeridad natural y rutinaria con la que se daban al trabajo. Los hijos llegaban y crecían, o enfermaban y morían prematuramente, sin que pudiesen luchar contra el destino que secaba las lágrimas en los párpados y no había resignación, porque para haberla tenido tendrían que haber sentido primero el deseo de rebelarse o la idea, casi inimaginable, de tener derecho a algo mejor. Sencillamente se trataba de la vida, que rueda, casi sola, movida por el viento sutil de las escasas decisiones.

No había tiempo para sentirse infeliz o fracasado. Ni para buscar nuevos horizontes. Nadie imaginaba que existiesen otros mundos más allá de los sólidos cercados que delimitaban los campos, las granjas, las viviendas.

Los más afortunados, acudían durante algunas semanas a la escuela, y aprendían las letras y los números. Pero muchos recorrían su larga existencia sin poder descifrar los extraños símbolos que llenaban los impresos oficiales, y aceptaban humildemente sus destinos con una cruz temblorosa, trazada torpemente al pie de algún papel.

No había tiempo que perder, ni horas que desgranar, vacías, ante aparatos que enjugasen el ocio. La tierra olía a sudor, acre e inmisericorde, pero siempre era la misma. El cielo vomitaba lluvias y granizos que se medían en disgustos de dios y se curaban con procesiones y rezos incomprensibles, desgastados e tanta repetición sin sentido.

Los hombres, apretando los dientes, soportaban en silencio el dolor, mientras las mujeres se deshacían en llantos y en salmodias lentas y cadenciosas. Pero no había tiempo que perder, porque las obligaciones ocupaban el espacio del dolor..

Las mujeres se rompen las manos heladas contra el agua del río, el sol devora las manchas que el jabón y la constancia no pueden arrancar. La casa huele a hombres y a animales, a noches largas de invierno y a pesadas horas de estío bajo las persianas de junco. El dolor es un rumiar de fondo que queda a la espera de su momento porque los hijos van llegando, las tareas del campo y de la casa se llevan las fuerzas y los padres que envejecen esperan la mano atenta de la hija que recoge los aperos de la vida.

No había tiempo que perder, porque las obligaciones se encadenaban con las estaciones: la cosecha, la matanza, la vida, la muerte. Nada podía detener el ciclo de las cosas. El resto de la vida quedaba al margen de la realidad, en el lugar difuso ocupado por los “señores”, por “los ricos” que perdían el tiempo leyendo y no tenían cayos en las manos, siempre blancas y limpias. El médico, el cura, el notario, pertenecían también a esa otra realidad tan ajena y tan lejana que no parecía real.

Los hombres de verdad se empapaban las manos con orina para evitar las grietas y bebían sin parpadear el licor que se les ponía delante, no esperaban, tomaban lo que les correspondía No conocían de derechos, ni de libros, ni de libertades, todo eso había quedado atrás, con la guerra y los hombres prudentes bajaban la cabeza y callaban cuando se insinuaba algo, simplemente decían no saber, no entender de “esas cosas” de los libros y de las palabras. La vida era demasiado dura para perderla entre líneas. Había que hacer tantas cosas que no había tiempo que perder.

Como el mar, el tiempo va llenándose los años, uno tras otro, doblegados por los vientos, por las escasas lluvias, por el frío, por el pedrisco. Las manos se hundían en la tierra, gruesas y poderosas, y arrancaban un terrón analizar su mal. También sabían, mirando al cielo, dónde se encontraba el sur y dónde el norte. Cuándo nacerías las crías y cómo sería el clima al día siguiente. Para las demás cosas del “cielo” se quitaban la boina y agachaban la cabeza porque nunca tuvieron tiempo para poner en duda las cosas que les habían obligado a creer. Nadie podía alimentar a su familia en su lugar, ni labrarían los campos como lo hacían ellos mismos, con la dedicación de los trabajos bien hechos.

No había grandes fiestas, no se disfrutaba de comodidades. Una sola bombilla en las casas más acomodadas y un teléfono en cada comarca para los casos de urgencia. Aunque casi siempre era más fácil ir en bicicleta o en burro a buscar al médico o a la guardia civil antes que esperar a que el aparato lograse comunicar con su destino.

El futuro no existía, era un concepto demasiado alejado de la realidad, una idea remota que chocaba con el devenir cotidiano. Las realidades se medían con la calma de las sucesiones naturales: pocas se escapaban del yugo de la vida: el sol sale por el este y se pone por el oeste, los días se suceden gota a gota y es mejor que no haya sobresaltos, tampoco grandes alegrías, así el dolor será menor y la vida fluirá sin esfuerzo hacia el horizonte.

Allí, entonces, no había fines de semana en los que descansar de las madrugadas heladas de trabajo, ni días de vacaciones el la playa. No había cenas con las que celebrar los aniversarios, ni centros comerciales en los que sentirse infeliz por el escaso dinero. Sólo existía la rutina del sol y las estaciones, la exigencia de la tierra y la pulsión de los instintos más naturales: el deseo, el hambre, la sed, el sueño. Todo lo demás se escapaba de la realidad como se escapa un globo lleno de helio de las manos de un niño. La vida sólo se podía pautar por las cosas tangibles, por las horas de sol y de oscuridad, de lluvia y de sequía, de riego y de esfuerzo. La vida se movía por realidades apegadas a la tierra: el peso, el olor, la medida de las cosechas, de las moliendas, de los surcos de la piel sobre el rostro, de lo perdido, de lo ganado…

Él nació en los límites de 1914.

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viernes, 3 de septiembre de 2010

En los bolsillos

Andrew Wyeth

Buscó meticulosamente en los bolsillos de la emoción, pero allí tampoco encontró su alegría.

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lunes, 30 de agosto de 2010

La mirada de Ana

Katsushika Hokusai

Una ola enorme se desmayó sobre el malecón llevándose para siempre la mirada de Ana.

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jueves, 26 de agosto de 2010

Rumor

Oscar Bluemner


Escuchó atentamente el rumor al otro lado de la pared: ¡La guerra había terminado!

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viernes, 20 de agosto de 2010

Temblor

Edward Hopper

Se abrió repentinamente la puerta y se rompió un grito como el cristal. Después el silencio devoró el miedo y dejó la luz de la casa apagada para siempre.


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viernes, 6 de agosto de 2010

Reflexiones del Minotauro

Paloma Ulloa ©

Durante todo el año vivo sedienta de bosques, del verdor rumoroso que bulle a la altura del suelo rico en humus y leyendas; hambrienta de otoños tocados por la varita mágica de septentrión, que prepara la tierra para acunarla generosamente en el invierno.

Durante todo el año, el desierto terroso de los campos de Castilla me enceguece, me llena de pesadillas quijotescas y de sombras, de borrascosos conflictos infernales que se deshacen, como nudos tramposos, al llegar el verano jugoso del norte, al que me vuelvo, como siempre, en busca de paz interior y de sosiego.

Si pudiese atrapar el tiempo en una jaula dorada, abanicarlo despacio y hacerlo sólo mío, tendría la verdura bañada por el sol de estas hojas delirantes que se remueven en tonos delicados, de la base hasta la copa, desde la que pueden ver, sin duda, las alas de los ángeles.

Y cuando llegue la nieve, como un manto maternal, a dormir la tierra bajo la balsámica blancura de su voz, yo desearé estar aquí con toda mi alma y, sin embargo, estaré donde la tierra abrasada de sol tirita de frío, desprotegida y pobre; donde los sueños son más grandes que los hombres y los delirios del poder sólo llevan a romper las costuras perfectas de un país lleno de secretos de Minotauro que nos empeñamos en malograr y en devorar como fenicios sedientos de abalorios. No aunaremos las riquezas de nuestras lenguas, ni nos sentiremos orgullosos de la belleza de nuestros paisajes. No escucharemos el poder inmenso de nuestra fuerza interior y, guiados por una tripulación de piratas que no sabe cuidar nuestro legado, soportaremos un invierno más bajo las devastadoras ventiscas de una política mediocre y delirante que no tiene recursos para enderezar el rumbo y poner a salvo nuestras naves en un puerto seguro que nos permita construir nuestro propio futuro.

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lunes, 2 de agosto de 2010

Un recorrido por Photoespaña 2010, de mi mano, para esMadridtv.

Me propusieron hacer un recorrido por varias exposiciones de Photoespaña 2010 para esMadridtv. Os invito a que lo veáis pinchando sobre la imagen:




sábado, 24 de julio de 2010

Alemania: el orgullo de ser

A menudo, cuando llego a Alemania, me sorprenden varias cosas: Una de ellas es que existe un espíritu unido bajo el que el pueblo, dolorido aún por una reunificación que les ha obligado a un sinfín de sacrificios, se siente (en general) orgulloso de ser lo que es, un país poderoso y trabajador que encuentra su mayor fortaleza en su esfuerzo. También me conmueve la clarividencia de quienes dirigen la reconstrucción de Berlín, con mano dura, (aún a costa de la sangría de impuestos y costos inimaginables) porque el objetivo es presentarse ante el Mundo a través de una capital hermosa, multicultural, dinámica y moderna, a la que han sabido invitar a los creadores de todos los rincones para enriquecerse con ellos.

Ahora, embarcados en la "penúltima" utopía, han iniciado la titánica reconstrucción del viejo palacio real que quedó definitivamente destruido por las excavadoras de la RDA en 1950. Y las personas que informan sobre el proyecto, cuyo premio ha sido adjudicado al arquitecto italiano Franco Stella, destilan una alegría llena de orgullo ante la sorpresa admirada de los que observamos las maquetas y escuchamos cómo podemos "comprar" partes del futuro edificio con nuestra contribución económica. A disposición de todo el que lo desee, han puesto un catálogo en el que aparece meticulosamente detallado el costo de cada ménsula, de cada pedazo de balaustrada, de cada tímpano y de cada capitel, y así, con los ojos chispeantes de convencimiento y con la misma tozudez con la que soportaron con los dientes apretados la separación, el dolor y la vergüenza, ahora recaudan (como ya hicieron en su día para salvar la Berliner Dom) el dinero necesario para que el viejo Palacio de la República, levantado por la República Democrática Alemana, pase definitivamente al olvido.

Tal vez, lo más impresionante (e inquietante) sea que, cualquier proyecto, por inabarcable que pueda parecer, cuando lo firma el pueblo alemán tiene visos de convertirse en una realidad tangible porque están dispuestos al sacrificio si creen que el resultado final merece la pena.

http://www.berliner-schloss.de/

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miércoles, 7 de julio de 2010

PhotoEspaña presenta a Helen Levitt

Helen Levitt ©

En su edición 2010, PhotoEspaña presenta una retrospectiva de la fotógrafa norteamericana Helen Levitt, todo un “delicatessen” para los sentidos… y para la imaginación.

Heredera del arte de “narrar” de paisajistas urbanos como Edward Hopper, Levitt capta la vida interna de las personas y su entorno, y transporta al observador a un mundo paralelo y lleno de posibilidades en el que especular sobre su origen y su destino.

También los formatos de las copias juegan a introducirnos en la narración de manera que, en ocasiones, parece que nos asomamos a una ventana de cualquier calle de Nueva York; mientras que otras veces nos encontramos ante minúsculos escenarios que obligan al espectador a acercase mucho a la obra, como si fuesen a ser los depositarios de un secreto, de un regalo privado que, como en la literatura, conecta al autor directamente con el “lector de imágenes”.

Helen Levitt ©

Intuitiva en su reflexión, Helen Levitt toca temas impactantes sin hacernos sufrir el dramatismo exacerbado al que estamos acostumbrados en el reportaje y así, el niño negro que juega con una pistola, tiene una mirada inocente, limpia, que se pierde por uno de los márgenes de la fotografía y le lleva, tal vez, a los confines de un mundo de narraciones radiofónicas, habitado por valientes cowboys y caballos desbocados; el hombre que mira a través de unos prismáticos espía a alguien que está fuera de nuestro alcance; y los niños que duermen o se acurrucan arrullados por el metro, reciben la caricia detenida en la cabeza del bebé, en la mirada inmensamente concentrada de la madre, en la comprensión pacífica y cómplice del espectador emocionado…


Helen Levitt ©


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domingo, 4 de julio de 2010

UN MADRID CALCINADO

Foto tomada de "hoymujer.com"

Hoy el calor ha calcinado Madrid, derretida en el silencio del domingo, opresivo y enceguecedor. El bochorno ha devorado las primeras horas de la tarde y ha secuestrado a la gente en el interior de sus madrigueras protegidas por toldos, aires acondicionados y piscinas.

La ciudad parece un escenario abandonado desde la cápsula refrigerada del autobús con el que me deslizo a través del pasaje sonámbulo, salpicado de fuentes solitarias que calman la mirada sedienta de los pasajeros. En los parques, las cigarras rugen enfurecidas marchas estivales que recuerdan a otros tiempos, los de la niñez ancha, en la que no existía la prisa y los días se hacían largos y las noches misteriosas.

Con la llegada del crepúsculo muchos retornarán a sus vidas y saldrán de sus hormigueros para llenar las terrazas, deshidratados de conversaciones y de rostros amigables que les devuelvan el sentido de la realidad; mientras que otros, tal vez la mayoría, abrirán las ventanas manchadas por los resplandores vibrantes de televisiones demasiado ruidosas, que verterán sus programaciones estridentes en el territorio común de las calles, provocando en quienes pasean la ilusión de encontrarse en una sala de estar gigantesca.

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jueves, 1 de julio de 2010

El Rey del Mar en Sapos y Princesas


Una vez más, el Rey del Mar se asoma a las páginas de la prensa para refrescar el verano con sus adivinanzas. En esta ocasión es la revista "Sapos y Princesas" la que se lo presenta al público infantil.

lunes, 21 de junio de 2010

A veces… mi vieja máquina canta…

Paloma Ulloa

A veces, sobre el silencio polvoriento de mi vieja máquina de escribir, reposa una historia. Entonces las letras de plomo tabletean cadenciosamente sobre el papel blanco, aprisionado contra el rodillo impasible, y la locura de mis dedos se desata haciendo sonar la campanilla que me anuncia que llega el final de la línea. Y es mi mano izquierda, inquieta, la que lleva la partitura ciega hacia el siguiente renglón sediento de palabras.

A veces, cuando el alma mecánica de mi vieja máquina canta, los personajes bailan un foxtrot lleno de nostalgias y se dejan mecer, como fantasmas soñadores, preñando de magia las páginas torturadas.

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