jueves, 25 de febrero de 2010

Bru Rovira: “Maternidades”



Llego al edificio de Caixa-Forum de Madrid algo taciturna. No sé con exactitud qué voy a ver y, al pasar al ancho recibidor luminoso, encuentro atractivos el título y el cartel que anuncian la exposición fotográfica “Maternidades”, de Bru Rovira.
No tengo prisa, así que decido dejarme sorprender y tomo las escaleras en vez de subir en el ascensor. Enseguida me encuentro ante una sala pequeña y, nada más entrar, descubro una larga pared dedicada a las palabras, en la que ondean, como pañuelos limpios, montones de hojas de papel llenas de emociones: impulsos instintivos y confusos de los visitantes que han ido dejado su impronta en las cuartillas para hacerse sentir y prolongar así la obra más allá de las imágenes.

Me vuelvo hacia la izquierda y enseguida se me queda la mirada prendida en unos ojos oscuros y llenos de amor. Alguien ha sabido capturar la dulzura irrepetible de una intimidad que conmueve, la belleza idealizada de una Madonna de piel oscura que besa a su bebé recién nacido con la sencillez infantil de una niña que acurruca a su muñeca preferida; Alguien ha robado el instante intenso y fugaz, como la propia vida, y lo ha traído hasta nosotros para sacudirnos del letargo.

De fondo, los paisajes agrestes del dolor y la desgracia, quedan eclipsados por el poder hipnótico de la maternidad: sólo los ojos ácueos e inquietos de una criatura, agarrada al aliento nutritivo de su madre, traspasan la ventana fotográfica para llegar directamente al corazón del espectador.

Tal vez, si pudiéramos ver más de cerca al ser humano en su “humildad”, comprenderíamos lo equivocados que estamos intentando construir universos estancos alejados de la desventura, el miedo y el dolor que sufren “los otros”, porque en el fondo de esas pupilas llenas de luz, que nos miran desde cada una de las fotografías de esta exposición, se ve, con absoluta transparencia, que la fuerza de la vida y el amor de una madre por su hijo es igual en todos los lugares del planeta, independientemente del idioma que hablemos, de las posesiones de las que dispongamos y de la herencia que nos haya sido transmitida.

Safe Creative #1007056741412

viernes, 19 de febrero de 2010

Acqua Alta

ALL photography©

Suena una sirena repetitiva y mecánica y Venecia se amansa preparándose para el agua alta: la actividad se detiene lentamente, mientras el manto verdoso va devorando callejas y plazas, con un borboteo apenas perceptible y una sabiduría centenaria que reequilibra los flujos ácueos por toda la ciudad, supurando los excesos de San Marco, para salvarlo del ahogo.

Desde la altura de las ventanas sorprendidas de luz de los hoteles, los rostros curiosos de los turistas recorren la inmensidad poderosa de la Laguna que se adentra sin esfuerzo lamiendo los pies acorazados de metal de algunos negocios. Otros, en cambio, dispuestos a sobreponerse a la sorpresa, compran botas de goma o calzados de plástico, con los que burlar el contratiempo.

Al día siguiente, en los cafés y en las tiendas, la gente comenta, con voz hueca y marinera, cómo lograron vadear la riada salobre, con la paciencia rica y primitiva de quienes han visto subir las mareas tantas veces que ya no recuerdan cómo es el mundo seco de la tierra firme.

Entre tanto, en las bocanas, el antiguo proyecto Moisés*, sigue su lento avance, superando largos procesos administrativos, políticos y técnicos, que ocupan ya, desde hace más de veinte años, las páginas incrédulas del “Gazzettino”. Pero nadie se impacienta, Venecia lleva en peligro tanto tiempo que todos esperan que siga sobreviviendo a la amenaza con la dignidad indiferente con la que lo ha hecho hasta ahora.




*Proyecto Moisés: proyecto técnico que pretende colocar en las bocanas de puerto del Lido, Malamocco y Chioggia, unas compuertas abatibles que permitan evitar la subida del nivel de agua en la Laguna.


Safe Creative #1007056745120

Venecia, 18 de febrero de 2010

ALL photography©
Por fin pasó el carnaval, se han calmado las masas de turistas apasionados por las máscaras y han llegado nuevas hordas atraídas por la belleza imposible de la ciudad lagunar.
Al amanecer, rota la bruma por las primeras barcazas, Venecia se despereza sorprendida de su propia irrealidad: Las paredes repiten los ecos húmedos de las góndolas amarradas y cubiertas de lonas, pacientes en su permanente espera, y la calle me llama con su canto de sirena.
Camino como una náufraga, dejándome acariciar por el viento helado que recorre mi rostro con los dedos ágiles de un ciego que reconoce los rasgos de un amigo; adopto el paso veneciano, ágil y rotundo, y me adentro en la madeja de soportales, puentes y pasillos, meandros verdosos que componen su geografía indescifrable.
Una cicatriz impúdica embellece una fachada de ladrillo; la saliva permanente del agua amasa el esquinazo, un día agudo, de un palacio; el viento impenitente, doblega la piedra de Istria de un capitel, reesculpiéndolo de nuevo. Venecia se apodera de mi voluntad, me manipula y me envuelve, se burla de mi sorpresa silenciosa, de mi amor confeso, de mi admiración profunda: Vuelvo la mirada atrás y descubro un detalle nuevo, un torneado nunca visto, una ojiva sin registrar en mi memoria, y comprendo desolada cuántas cosas guarda aún para mí esta "señora del Adriático", cuántos guiños me esconde y qué pocos secretos me desvela.

Safe Creative #1007056745144

domingo, 7 de febrero de 2010

Miguel Puche: “Los tejidos del tiempo”.

© Miguel Puche

Kaikoura - Nueva Zelanda

Hoy quiero invitaros a todos a visitar una exposición fotográfica extraordinaria: “Los tejidos del tiempo” (del 6 al 27 de febrero de 2010).

La naturaleza, estática, bella, indomable y conmovedora, es la protagonista absoluta de la obra que expone Miguel Puche en el Centro Cultural Montecarmelo de Madrid, pero también, indiscutiblemente, se asoma de puntillas, tras algunas imágenes, ese silencio que deja tras de sí el hombre después de manipular y olvidar el entorno natural que le rodea.

Toda una excusa para el placer estético y para la reflexión, bajo los tragaluces del cláustro del antiguo Monasterio de Nuestra Señora de Valverde, construído en del siglo XIII.

© Miguel Puche
Cabañaquinta. Asturias

Centro Cultural Montecarmelo


Ctra. De Colenar Viejo Km, 13


28049 Madrid