jueves, 15 de febrero de 2018

Tarde de niebla



Steichen, 1906

Me he quedado colgada de la niebla que empaña mi ventana. Al otro lado los fantasmas de humedad se posan sobre la piel indefensa de los transeúntes embozados y a través del retrovisor del pensamiento se asoman las nostalgias de otras tardes como ésta, inseguras, sucias de recuerdos.

Sigo la figura imprecisa de un hombre hasta que dobla la esquina para perderse en las comisuras de la ciudad infinita, y me deja sola, en medio de esta hora sin límites en la que la música repiquetea suavemente sobre los muebles huérfanos que me acompañan.

Mi reloj de cadena pierde el pulso. Se aflojan los muelles engrasados, faltos de tensión y las manillas se detienen. La tarde muere y otro minuto muere conmigo, en mí.

Paloma Ulloa

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